Las 9 características del humor ácido

Viñeta de humor ácido de GilaHumor no hay un solo. Lo que para ti es gracioso, para la persona sentada al lado puede ser ofensivo o insensible. Después de todo, cada persona tiene su historia, y es imposible saberlo todo (u opinar algo, en especial en internet, sin ofender a alguien). Para saber si ese chiste es de humor ácido, fíjate en lo siguiente.

1. Habla de temas que generan terror, lástima, rabia o piedad

Otro sacerdote violando niños, los bombardeos del ejército islraelí a la población civil palestina, un acto de corrupción médica en el que se tomaba la medicina para paliar el cáncer de niños y se lo reemplazaba por agua, un nuevo feminicidio… Todo esto ha pasado, y pasa. Y ha sido usado como material base para algo de ese humor.

2. Cuestiona situaciones sociales con sátiras

A veces, una situación es tan mala que lo único que queda es reír o llorar. La pobreza, la desigualdad social, la discriminación o la falta de empatía para con algún grupo, son cosas que el humor ácido, o humor negro si se quiere, pone en evidencia. De esta clase son las viñetas políticas que salen en la última página del diario.

3. Tiene intención de generar una reacción, además de la gracia

El objetivo clásico de un chiste es hacer reír, pero cómo hace reír, y basándose en qué, es otro tema. Un chiste de humor ácido intenta hacerte pensar por qué te causa gracia, por qué se da la situación que te hace notar, y qué vas a hacer al respecto. ¿Vas a mover el trasero para hacer algo al respecto, o te seguirás quejando cual hipócrita?

4. Coloca en tela de juicio los valores tradicionales

Cada cultura tiene sus valores, valores que van cambiando con el tiempo. Lo que se espera de ti no es lo mismo que se esperaba de alguien como tú hace cincuenta años: algunas cosas siguen más o menos igual, pero otras han cambiado. El humor ácido cuestiona por qué se sigue teniendo X valor, o cuán parecido es Trump a Hitler, o por qué no hacemos tal cosa.

5. Es una forma de “descansar de la corrección”

Las personas que trabajan en oficinas leen fantasía, y personajes muy correctos buscan con avidez personajes políticamente incorrectos. “Boogie, el aceitoso” es un personaje del autor, escritor y dibujante Roberto Fontanarrosa. Es un mercenario violento, misógino y homofóbico, que hizo reír durante años por su humor ácido, su incorrección política, y por hacer lo que mucha gente quiere, pero no se anima o no puede.

6. No es lo mismo que el humor misógino, racista, xenófobo, etc.

Un chiste racista dice algo sobre una persona de piel oscura y el chiste es que “sí, son A, B y C”. Uno de humor ácido te hace ver que eso es una hipocresía, que las personas de piel más blanca son A, B y C, o hacen Z, que es mil veces peor, pero su blanquísimo cutis les protege de todo mal. Pone en evidencia el racismo, no lo fomenta, sino que lo denuncia.

7. Cuestiona por qué “no se debe reír de eso”

¿Y por qué no hacer un chiste sobre la muerte? Si todo el mundo se muere, no importa qué hagas, terminaremos criando malvas. Esqueletos. Polvo. ¿Ah, así que no tengo que reírme sobre la guerra? ¿Por qué? ¿A quién molesta? Oh, y no empecemos con la corrupción política, esa clase de humor es tan común que casi ni se considera ácido.

8. Utiliza la sutileza

Cualquiera puede ser vulgar, pero la sutileza es algo que debe entrenarse para saber usar bien. Nadie se salva de haber reacciona mal ante el humor negro, al menos una vez en la vida. Te recuerda que no eres tan buena persona como crees, y que tienen algo de hipocresía que prefieres pasar por alto, porque como eres tú, “no es tan malo”. Pero cuando Tobías hace eso que tú simepre haces, ah, es que él es el demonio encarnado. ¡Maldito sea!

9. No tiene un solo medio predilecto

El humor ácido no tiene fronteras: si se puede hacer humor con eso, tarde o temprano habrá un chiste. Y pueden salir muy buenas obras con eso. La película argentina “Relatos salvajes”, estrenada en 2014, es una excelente prueba de ello. Entre otros premios, ganó un Goya. La novela “La conjura de los necios”, del norteamericano John Kennedy Toole ganó un Pulitzer póstumo por su desopilante trama, plagada de humor negro.