Llega un momento de la docencia en que, luego de corregir exámenes y trabajos prácticos, empiezas a cuestionarte cómo se escribe tal o cual palabra. Sin llegar al purismo del lenguaje (que, de seguirlo, estaríamos hablando como hablaba Don Quijote), es buena idea el considerar utilizar las reglas más o menos oficiales. Empecemos por la palabra “güevos”. ¿Es correcto decirlo así?
En principio, según la RAE, no
La Real Academia Española, quien manda qué es correcto en el idioma español y qué no es “oficial”, afirmaba, en un principio, que la palabra “güevos” no sólo estaba mal dicha, sino mal escrita. No se consideraba adecuado su uso en textos que saliesen de lo coloquial, personal o popular, y hasta podía, y puede, verse como insultante o vulgar.
Actualmente, la RAE dice sí, como americanismo
Pero los tiempos cambian, y ya no estamos en la época de Cervantes. Aunque la RAE a veces parezca ir al contrario del común de la gente, reconoce que hay regionalismos. En América Latina, por ejemplo, la RAE reconoce como correcta la palabra “güevo” en algunos contextos, bajo la categoría de “americanismos” (pero no como “raíz” del idioma, claro).
La RAE lo confirmó en Twitter: “Güevos” es correcto
Todo comenzó cuando un actor de improvisación venezolano, Federico Santelmo, preguntó vía Twitter a la RAE la forma correcta de insultar: con “mamagüevo”, “mamagüebo” o “mamahuevo”. Para su sorpresa, la institución contestó que tanto la primera como la tercera opción eran grafías registradas en su diccionario de americanismos.
En algunas regiones de España, sí
Y es que en esos lares afirman que puede que “güevos” esté mal escrito, peor no mal dicho. El cambio en la entonación quiere dar a entender que no se habla de “huevos” literales, sino de los figurados, es decir, de los testículos masculinos. Además, se utiliza para enfatizar sorpresa, sea agradable o de otro tipo.
Es una forma de decir “agallas” o “valentía”
Siempre siguiendo con la idea (ridícula, falsa y anticuada) que lo masculino es superior en osadía, fuerza y valentía, hay muchas formas de decir que alguien es valiente (“los tiene bien puestos (a los cojones/testículos)”, “tiene pelotas de acero”, etc.). Por eso, cuando se hace algo “con güevos”, es una forma de decir que se hace “con valentía”.
“Mande güevos” significa “se hace por necesidad”
Créase o no, esta expresión se usó por primera vez en el ámbito jurídico, así como suena, en un manuscrito del siglo XVIII. Refiriéndose a la autoridad de cierto alcalde, dice “Y diga Su Señoría lo que mande huevos, que todos entendemos que la voluntad de Su Señoría se habrá de ejecutar”. En otras palabras, que lo que se hará se hará porque así se necesita hacerse. No es algo que se hace por gusto, sino porque no hay otra salida u opción disponible, por más desagradable que sea.
Es una expresión grosera y vulgar para “pene”
Dentro del repertorio de insultos de cada país, es muy común hacer referencias a los genitales de hombres y mujeres (y si no, que se vean los grafitis de la antigua Roma y Grecia). También son las partes corporales que tienen más palabras para referirse a ellas (y aquí seguro tienes media docena o más, distinta según el país en el que vivas). “Güevo” es una de las tantas formas de hacer referencia al pene.
Significa “qué mala suerte”
Cada cultura puede usar una palabra para decir distintas cosas. Según tu cultura, dirás “qué garrón”, “qué mala pata”, “qué güevo” o (algo que dices cuando tu nivel de furia/frustración/enojo llegó al techo, y poco y nada te importa el mundo en ese momento). En este contexto, la palabra “huevo” no es la que se debe de usar, sino la que nos compete, es decir, “güevo”.
“Manda güevos” significa sorpresa, indignación y enojo
Luego de una de las tantas guerras europeas, Carlos II, último representante de la casa de Austria, envió a Fernando Joaquín Fajardo, marqués de Vélez a confirmar el estado de sus tierras. Como al rey le encantaban los huevos, al punto de saber su procedencia por el sabor, cuando enviaba cartas siempre las terminaba con “donde quiera que te halles, Fernando, manda huevos”. Fernando se hartó tanto que, cuando se enojaba, decía “manda huevos, manda huevos”.